“Una fina
lluvia sorprendió a Vespertino López mientras esperaba un autobús verde, de
línea regular, que lo llevaría al trabajo el último lunes de aquel mes marzo
particularmente lluvioso. Apenas entró por la puerta ligeramente calado a pesar
de su gabardina color beige y sus botas de goma que no apeaba hasta bien
entrada la primavera, su jefe, don Constantino Montalvo, un hombre de unos
cincuenta años que seguía fumando Habanos en su puesto de trabajo porque pare
eso era el dueño, comenzó a gritarle. Y es que, el hombre que era capaz de vociferar
con un puro en la boca, estaba harto, muy harto, del numerito de “la hora” cada
año. Lo cierto es que el bueno de Vespertino odiaba el horario de verano y, por
su cuenta, cada año decidía no cambiar la hora. Como consecuencia, al lunes
siguiente, siempre llegaba una hora tarde al trabajo.
Capeado el
chaparrón, con la certeza de que un año de éstos don Constantino se cansaría de
verdad y terminaría por echarle, Vespertino siguió con su horario particular,
abandonado su puesto una hora después que el resto de sus compañeros y, lo que
era aún peor, con el firme propósito de continuar con su cabezonería al día
siguiente.
Llegó a
casa cuando el resto de su familia ya se había dispuesto a la mesa, con la cena a medias y con la reprimenda, igual o peor que la de don Constantino, de su
mujer. Hastiado de tanta incomprensión y falta de respeto por sus propias
decisiones, se refugió en su habitación para llamar y charlar con su mejor
amigo. Sin embargo, éste le reprochó su falta de consideración por llamarle a
aquellas hora de la noche.
Vespertino,
como cada año, frustrado y entre lágrimas decidió adelantar una hora su reloj
de pulsera. ”
Introducción
Los analfabetos emocionales ofrecemos una
férrea resistencia a los cambios. Algunos de ellos simples y
cotidianos como la aparición de un nuevo jefe, el cierre de nuestra cafetería
favorita o elegir una nueva compañía de telecomunicaciones nos producen un malestar inconfesable. Otros más
relevantes como el cambio de trabajo, la ruptura de pareja o afrontar un cambio
de ciudad de residencia pueden derivar en largos periodos de ansiedad e infelicidad.
Lo cierto
es que, como ya hemos visto en otros post de Pobres Emocionales, a veces la
vida nos sorprende por derroteros oscuros e inciertos, impropios de las
expectativas que para nuestra vida habíamos planificado y nos habíamos hasta convencido
de que sucederían así. Es decir, se produce un discrepancia entre realidad y expectativas, un cambio.
Mecanismo
mental reflejo, aparece la resistencia
a la nueva situación, fruto de la rutinas
optimizadas en nuestro cerebro para seguir realizando las tareas como hasta
entonces. La ansiedad natural que
nos preparara para enfrentarnos y superar el nuevo desafío también comienza a
invadir nuestra realidad cotidiana, pero a los Pobres Emocionales no nos gusta
esta ansiedad aunque sea adaptativa, ni
somos capaces de controlar el desasosiego y el sufrimiento que provoca.
En seguida,
nuestra mente se atasca en el pensamiento
catastrofista, de inseguridad y temor como un modelo que se va a perpetuar en el tiempo y del que no
vamos a ser capaces de escapar. Nos creemos entonces incapaces para adaptarnos
al cambio, perpetuando el sufrimiento,
la inactividad y el bloqueo.
Los sabios emocionales no disfrutan con
todos los cambios que la vida les brinda. Sin embargo, saben que cuando éstos
se producen la mejor estrategia es adaptarse
a ellos cuanto antes para recuperar
la serenidad. Aceptan los cambios como parte incontrolable de la vida. En lugar
de lamentarse, victimizar y resistirse, emplean un tiempo en comprender el nuevo escenario y como si
de estrategas se tratara, diseñan su modelo
de adaptación al cambio para ejecutarlo sin temor lo antes posible.
Los sabios
emocionales aprovechan la ansiedad
del cambio como la gasolina que les
brinda el cuerpo para afrontar con creatividad
nuevas estrategias, se focalizan en lo positivo
del nuevo escenario y construyen un panorama lleno de optimismo con hechos y
acciones. Y aún cuando todo esto sea poco consuelo, aún se sienten
afortunados de poder apoyarse en otros
pilares que la vida les brinda en el entorno profesional, familiar o
social.
Y es que,
el cambio continuo, aún cuando nos
cueste verlo, es un estimulante mental, que nos permite revitalizarnos y retrasar nuestro envejecimiento a la vez que potenciamos nuestro desarrollo.
Reflexión
Y tú…¿te
resistes a los cambios? ¿qué estrategias adoptas cuando la vida te brinda un
nuevo escenario inevitable? ¿adoptas una postura victimista y catastrofista?
¿aceptar, comprendes y diseñas estrategias de adaptación? ¿qué resultados
cosechas en uno y otro escenario?
Para saber más
Shlomo Breznitz es un psicólogo y profesor de la
Universidad de Haifa. Os dejo con una entrevista que sobre el
cambio le realizó Eduardo Punset.
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