“El viento
recorrió la avenida de la estación con descaro, augurando la llegada inminente
del otoño. Despojado del más mínimo sentido de la empatía, arrolló con furia a
los únicos viandantes que la recorrían a última hora de la tarde, un padre, una
madre y su hija. Caminaban despacio, cabizbajos y sin apenas intercambiar
palabra alguna. El padre portaba una gran maleta. Llegados a la estación,
subieron los tres al vagón número quince. Ubicaron la maleta en el lugar
dispuesto para ello y se aseguraron de que a su hija no le faltase de nada en
la butaca que tenía asignada, la 3B.
Después,
la pareja abandonó el tren al tiempo que se despedían en silencio, con la mano
en alto, cuando éste partió. Fingieron sonreír, aunque se que quedó simplemente
en eso, en una mueca hueca desprovista de significado, una farsa. Recorrieron
una vez más la avenida de la estación, pero esta vez en sentido inverso, de
vuelta a casa. El viento había amainado, y el Sol de finales de Septiembre que
apenas calentaba, proyectaba estrambóticas siluetas en el suelo. Finalmente,
fue ella la que habló:
-Estará
bien –murmuró-
-Claro que
sí -asintió él-. No hay de qué preocuparse. Ya es universitaria. Sabrá cuidarse
de sí misma.
-Y además,
muy responsable –apuntilló ella-
-Sí, muy
responsable –reafirmó él-
Y así,
cabizbajos y sin decir nada, aún tardaron veinte minutos más en llegar a casa.
Como autómatas, él se dirigió a la cocina y ella al baño. Mientras él improvisaba
una cena fría, ella se desmaquillaba frente al espejo. Una lágrima arrolló casi
sin querer en el bol que preparaba él, la misma que discurría manchada de rímel
a lo largo del rostro de ella.”
Introducción
Los analfabetos emocionales necesitamos un
flujo constante y continuo de emociones positivas. Cuando por algún motivo desaparecen
o son sustituidas por otras negativas, tendemos a pensar que algo anda mal y que estas nuevas
emociones se perpetuarán en el tiempo (pesimismo). Creemos que alguien feliz es alguien que siempre
experimenta emociones positivas o, lo que es lo mismo, que carece de
emociones negativas. En nuestro modelo equivocado, alguien feliz nunca llora,
se frustra o siente rabia o envidia.
Los pobres emocionales, por tanto, tendemos
a negar las emociones negativas
cuando aparecen, restándoles importancia
o simplemente ignorándolas. Es decir,
somos capaces de aceptar la “Ley de la Gravedad” pero no de “La ley de la Humanidad”
y así, cuando por ejemplo estamos tristes, evitamos llorar, e inmediatamente
nos exigimos estar disfrutando de una vida plena y feliz. Escondemos nuestros sentimientos, entre otras cosas porque así nos
han enseñado, de todos y de nosotros
mismos. En palabras del filósofo Alan Watts, “Estamos en desacuerdo con
nuestra propia humanidad”
Y es que,
de la misma manera que cuando intentamos no pensar en un oso rosa nuestra mente
no puede dejar de imaginarlo, cuando nos
resistimos a nuestra propia humanidad, a nuestra esencia, a la realidad más
pura de las emociones negativas, no
conseguimos sino potenciarlas y
perpetuarlas, cuando no la incapacidad para experimentarlas.
En cambio,
los sabios emocionales son
conscientes de que estar vivo y formar parte de este mundo conlleva
inequívocamente malas experiencias. El modelo de felicidad no responde sólo a experimentar buenos momentos de manera indefinida,
sino a aceptar los malos y a adaptarse a ellos rápidamente. Y en ese viaje,
experimentarán emociones negativas que reconocen, aceptan y a las que les
ofrecerán espacio para que se manifiesten, conocedores de que es la mejor estrategia para que se debiliten y desaparezcan.
Los sabios emocionales saben que aceptar no es lo mismo que resignarse,
sino al contrario. Una vez que toman conciencia de que la emoción negativa
existe y la han aceptado pueden construir
estrategias para superarlas.
Reflexión
Y tú…¿Te
das permiso para experimentar
emociones negativas? ¿las aceptas y
las exteriorizas o las reprimes
fingiendo un modelo de felicidad irreal? ¿qué resultados cosechas cuando adoptas una u otra estrategia?
Para saber más
La aceptación de las emociones negativas es un
tema ampliamente tratado por la psicología moderna. Para saber más, os
recomiendo el capítulo “Aceptar
emociones” del libro “Being Happy”
de Tal Ben-Shahar.
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