¡Hola! Me llamo David y nací en Gijón la madrugada de un viernes de Junio del año 1.975. Adoro esta tierra por la que siento verdadera devoción, tanto que di de lado muchas otras cosas con tal de pasar la mayor parte de mi tiempo aquí. Tengo otra ciudad, Madrid, donde viví más de catorce años y fui tremendamente feliz.
A veces escribo, esa es mi única extravagancia. Por lo demás soy un tipo normal. Estudié Economía y en la actualidad alterno proyectos de consultoría con las clases de marketing y ventas. También doy charlas y conferencias a quien me quiera escuchar. Llegué al mundo emocional casi por obligación. Con veinte años sufrí mi primer gran vacío existencial, aunque entonces no sabía qué era eso del vacío. Desde entonces, de manera obsesiva leí y escuché a todos los sabios de las emociones que tuve a mi alcance y reparé en que todos coinciden sobre cómo afrontar una vida más plena y feliz.
He creado una empresa, “Método y emoción”, para intentar dedicarme a lo que me gusta. “Método y emoción” ayuda a mis clientes con método para la gestión empresarial, pero también con emociones. Durante mis más de quince años de experiencia en el sector de las telecomunicaciones aprecié que algunos profesionales requieren apoyo formal en conocimientos, pero casi todos necesitamos crecer emocionalmente. Por ejemplo, no reconocer errores impide desarrollar estrategias para solucionarlos. Existen otras muchas áreas de mejora emocional como enfrentarse al fracaso, responsabilizarse de uno mismo, aceptar la realidad… De todas ellas, nos ocupamos para capacitar personas robustas tanto en método como en emoción.
Tengo dos hijas. Candela, la mayor, es mi espejo emocional. Por ella, en parte, escribo este blog, para que no comience de cero, para que al menos encuentre el apoyo de quien ha recorrido parte del camino y aún le queda mucho por aprender. Olaya, inquieta desde que nació, es mi inspiración, despreocupada, dicharachera y divertida me centra para alcanzar mi estabilidad y para marcarme el camino. Mis hijas me enseñan cada día lo importante que son las cosas que no son importantes.
Viví con desenfreno para aprender las lecciones que no se enseñan en la escuela. Escuché a los Beatles en “The Cavern” el año que pasé como Erasmus en Liverpool. Viajé tanto como pude, como si nunca fuera suficiente, como si en cada lugar escribiese un capítulo de una novela que nunca termina. Tomé cañas en la Latina los domingos al medio día y bailé hasta el amanecer en las playas de Málaga aquellos veranos de los noventa. Conservo los amigos de la infancia, sin los cuales mi vida simplemente no sería mi vida.
Soy disciplinado para disfrutar de las pequeñas cosas y sobre todo, para cultivar la paciencia, tan descuidada por todos en los últimos tiempos. Entre mis hábitos saludables, además del ejercicio y la dieta equilibrada también trabajo el optimismo y mis pensamientos. Entiendo la mente como un músculo que hay que entrenar día a día para encontrar el camino hacia la felicidad.
Mi sueño, conocer Asturias para conocerme a mismo, recorrer Asturias en mi única compañía para encontrarme en sus caminos, sendas y paisajes.
Pero todo lo anterior, no sería todo, si no contase, que a veces, un viento helado recorre mi espalda, un viento despiadado y cruel, que da vueltas sobre mi cabeza, para incomodarme y recordarme que necesito escribir y compartir Pobres Emocionales con todos vosotros.
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