Me enteré por la prensa, a raíz de la noticia
de su muerte, que “El Brujo” vivió y
falleció en el mismo barrio en el
que estas semanas está emergiendo Método y Emoción. Un barrio legendario, humilde,
sencillo, solidario y con carácter, que transmite un poco los valores del
amigo de todos que el pasado martes se nos fue. Quini era el Sporting y Quini
era Gijón, pero en mi opinión, también el espejo
donde cualquier deportista y cualquier persona de bien debe aspirar
a mirarse.
Muchos son los recuerdos que a raíz de su muerte nos intercambiamos entre los
corrillos improvisados de sportinguistas. Hablamos de fútbol, pero en realidad hablamos de mucho más, de alguien
extraordinario, de un alienígena entre terrícolas que utilizó el fútbol para
mostrar sus virtudes como persona y no al revés. Y es que el fútbol, a veces, nos
sorprende y nos realiza nobles regalos. Cuando yo era un niño, los partidos
se disputaba los domingos a las cinco de la tarde y, la mayoría, llegábamos al
estadio con bastante antelación para ubicarnos en un buen lugar en las gradas
sin butacas, donde el balompié se disfrutaba a la vieja usanza, de pié. El espectáculo entonces, se adelantaba al calentamiento y en el
que, sin ninguna oposición, Quini
remataba a placer una y otra vez balones al fondo de la red. Claro que por
aquel entonces no estaba sólo, Ablanedo, Mesa, Joaquín, Maceda y Cundi entre
otros, completaban la función.
Recuerdo un
gol de bandera, un disparo antológico, muy próximo a la esquina de uno de
los corner del fondo norte del estadio de El Molinón Enrique Castro “Quini”.
Casi sin ángulo, cuando toda la zaga azulgrana esperaba el centro, El Brujo sorprendió a su amigo Urruti con un
disparo directo a puerta, que se coló irremediablemente al fondo de la red.
Inmediatamente, tras el tanto, corrió en busca de su amigo, el portero, al que se fundió en un abrazo a modo de disculpa,
demostrando ser especial, diferente, de otra pasta.
Es difícil un consenso tan extraordinariamente homogéneo para proclamar a una
persona amiga de todo y todos, de la
vida, de la bondad y generosidad. Y también difícil consuelo de Pobres Emocionales
cuando alguien especial te deja, se aleja, aún cuando muchos de los que le
echaremos en falta apenas le conocíamos personalmente. Pero es que Quini era así, uno más, un
extraterrestre disfrazado de tipo normal que podría ser tu vecino, tu primo o
tu amigo y a la vez todos ellos.
Una palabra, un gesto o un gol de alguien
como Quini sirve ejemplarizar mucho
de lo que intento transmitir a través de la colección de minis de Pobres Emocionales.
Después de todo, ¿y si el galáctico era Quini?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario