Fragmento
“Lorena Septiembre 2.010.
Tábata es como solía llamarme Martín. Recuerdo que
allí, como dos pasmarotes sentados bajo el techo de una marquesina le miré, con
compasión, pero en realidad no era únicamente compasión por él. Era compasión
por ambos. El estómago se me hizo un nudo un instante antes de que mis ojos se
encharcasen, de rabia, de tristeza, de resignación. Él levantó tímidamente la
mirada hacia mí, para bajarla inmediatamente cuando yo le correspondí. Al fin
alcancé a vocalizar algunas palabras.
-Martín,
tú sabes que en otras circunstancias... Yo no te quiero para un día ni para una
noche, te querría ….
Me tembló la voz. Sentí que nunca unas palabras tan sinceras fueron tan crueles. Comenzó a llover y comprendí, que cada minuto que pasase allí, cada palabra, cada gesto, mi simple compañía, no haría más que empeorar las cosas, que generar más dolor. Así que me levanté y sin besarlo, sin acariciarlo, sin abrazarlo…, sin hacer justamente todo lo que me apetecía, me fui caminado entre la lluvia y sin mirar atrás.”
Introducción
Los analfabetos emocionales creemos que la
causa de nuestras desgracias procede del
exterior. Nuestro sufrimiento lo provoca un desengaño, el tráfico, los
jefes, nuestro hijo adolescente, nuestra expareja, las empresas o el gobierno. Sin embargo, cuando cada día nos
enfrentamos a la realidad más trivial o a la más complicada, ésta tiene poca capacidad o ninguna de
influir en nuestras emociones. Todos los sabios coinciden en que no es la realidad la que nos afecta, sino
la interpretación que hacemos de la misma. Entender y controlar esta trampa
de nuestra mente, por su arraigo y amplia aceptación colectiva, puede llevar en
sí mismo toda una vida. Al enfrentarnos a la realidad surgen en nuestra mente
unos pensamientos automáticos que desembocan en unos sentimientos y unas
reacciones. Es clave entender que antes de los sentimientos se producen los
pensamientos. Lo sentimientos no los
provoca la realidad, sino nuestros pensamientos acerca de la realidad.
Una vez
entendido esto, la segunda parte que cabría preguntarse sería de dónde proceden
nuestros pensamientos. Todos hemos forjado un sistema de creencias fruto de nuestro condicionamiento (educación), experiencia y predisposición genética.
Estas creencias en general son inconscientes, lo que provoca que sea más
difícil identificarlas. Cuando las creencias
son limitantes, generan pensamientos, emociones y acciones que provocan
sufrimiento. En tanto en cuanto seamos capaces de hacer conscientes nuestras creencias limitantes, más fácil será que
las controlemos y las modifiquemos. Esto no es un proceso corto y sencillo. Yo
lo entiendo más bien como un hábito
saludable de vida, igual que cuando realizamos ejercicio a diario o
sustituimos la mantequilla por el aceite de oliva. A medida que vayamos tomando
consciencia de nuestras creencias, veremos que a lo largo del día tenemos una
cantidad abrumadora de pensamientos automáticos que provocan sufrimiento y será
más sencillo enfrentarnos a ellos.
Ejemplo
Pero veamos
todo esto con un pequeño ejemplo. Imaginemos
un vendedor que tiene la creencia de que el trabajo es la prioridad número uno en su vida. Es
importante insistir que es inconsciente,
no vamos presumiendo de ello. Cuando tienes la creencia de que el trabajo es la
prioridad número uno, es la número uno. Esto quiere decir que, aunque no seamos
conscientes de ello, nuestra prioridad no son ni tus hijos ni tu salud. Así, te
puedes sentir culpable por ausentarte al
médico o por acompañar a tu hija a la fiesta del colegio en horario laboral.
Incluso te pueden asaltar pensamientos automáticos de que tal vez tu jefe
piense que eres un vago por ello y termine por no ascenderte, no subirte el
salario o incluso llegue a echarte. Y entonces, ¿qué pensará tu padre que nunca
faltó al trabajo ni siquiera cuando estaba resfriado? La catarata de pensamientos que provocan sufrimiento (ansiedad, miedo,
estrés, irascibilidad, inseguridad, falta de concentración, productividad,
rendimiento …) puede ser infinita, pero todos vienen provocados por una creencia “limitante”. Cuando somos capaces de
hacer consciente la creencia, estamos más preparados para acomodarla en nuestro
sistema de valores real y, entonces, interrumpimos el flujo de pensamientos, la
charlatana interior y las emociones negativas derivadas. A veces las creencias
se superponen. En nuestro ejemplo, este vendedor además de creer que el trabajo
es prioritario, también cree que la escala de valores de su padre es más válida
que la suya. Otras veces son de dudosa compatibilidad como el “trabajo es
prioritario” y “tengo que ser un padre muy competente y perfecto para que mis
hijos me quieran todo el tiempo” (porque yo no me quiero nada a mí mismo)
En
definitiva, no son los hechos externos
los que provocan nuestros sufrimiento, sino nuestra interpretación de los
mismos. Es decir, nuestra felicidad depende de nosotros mismos en la medida
que racionalicemos nuestros pensamientos y no de lo que nos sucede.
Reflexión
Y tú…¿crees
que la felicidad es una cuestión interior? ¿qué resultados cosechas cuando dejas
tus sentimientos en manos de las circunstancias? ¿Y cuando haces consciente la
creencia limitante que los provoca?
Para Saber más
Quizá de
toda la colección de Pobres Emocionales esta es la idea que más documentada
está por todos los sabios, ya que es la piedra angular de la psicología clínica
actual (corriente cognitiva). No te costará encontrar más información al
respecto. Sobre este tema, yo me quedaría con los trabajos de los padres de la
terapia cognitiva, Albert Ellis
(Ideas irracionales) y Aaron Beck
(Distorsiones cognitivas) porque aunque están principalmente orientados a la
psicología clínica y, a la vez por ello mismo, son los más rigurosos, siendo el
origen de la gran mayoría de trabajos posteriores.
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